Share this story


 | Por Socorro Cruz

Tradiciones de Nuestra Fe

En el corazón de Michoacán, México, anidando entre colinas exuberantes y campos vibrantes, una aldea ha cultivado un sentido de unidad y unión a través de tradiciones profundamente arraigadas. Cada año, las aldeas vecinas se reúnen para celebrar la fiesta del Señor de los Milagros, también conocida como la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz. Esta observancia, honorando la cruz de Cristo – una herramienta sagrada santificada por el sacrificio de Nuestro Señor para nuestra salvación - es un testimonio a nuestra fe compartida y nuestra herencia cultural.

Durante muchos años, mi abuelito, un hombre de convicciones religiosos profundas, supervisó esta celebración importante a petición de su padre. Sin embargo, a medida que avanzaba de edad y que se enfermó, reconociendo que su tiempo estaba llegando a su fin, le confió a mi papa la tarea de continuar esta tradición preciosa. Le pasó la misma cruz que había salvaguardado con devoción a mi papa. Durante las décadas siguientes, mi padre mantuvo la integridad de la celebración, honrando meticulosamente todos los elementos que su padre había defendido. Como resultado, mis hermanos y yo nos involucramos profundamente en esta significativa tradición, convirtiéndola en un aspecto integral de la herencia de nuestra familia.

Los cohetes anuncian el inicio de la fiesta, invitando a todas las comunidades cercanas a participar en las festividades. Se prepara una gran variedad de comida y bebidas para los asistentes, mientras la música en vivo —guitarras, arpas y violines— llena el ambiente. Los bailarines forman dos filas y elevan oraciones de agradecimiento por los favores recibidos.

El crecer inmersa en esta celebración hermosa llenó mi corazón de alegría. De niña, recuerdo cortar papel y decorar el altar, una tradición en la que los niños aún participan. Recuerdo bailar junto a los adultos que con paciencia y cariño nos enseñaban los pasos, aparentemente sencillos. La preparación de la comida es un aspecto vital de esta celebración. Como un ritual propio, la cocina se transforma en un espacio para compartir, donde se intercambian recuerdos e historias preciadas de esta rica tradición. Entre los platillos esenciales se encuentran el pozole, los tamales y el champurrado, así como bebidas refrescantes, como las aguas frescas elaboradas con frutas de temporada, que contribuyen al ambiente festivo.

Estas festividades juegan un parte crucial en la preservación de nuestra identidad cultural y familiar, sirviendo como testimonio del amor, la devoción y el esfuerzo invertido en honrar a quienes nos precedieron. La música, la danza y la comida son herramientas poderosas para preservar estas tradiciones, reuniendo a familias y amigos en una expresión compartida de fe, amor y gratitud. Me ha enseñado la importancia de estas cosas y he crecido en el aprecio por las bendiciones en mi vida. También me ayuda a honrar los sacrificios hechos por las generaciones anteriores. Sin esta tradición hermosa, probablemente me sentiría desconectada de mis raíces y de los valores que forjan mi identidad, perdiendo la oportunidad de celebrar y reflexionar sobre el significado espiritual de la Cruz en nuestras vidas.

Hace más de 35 años, mi familia emigró a los Estados Unidos, dejando atrás nuestras raíces, familia y amigos. Solo llevamos con nosotros recuerdos, sueños y la esperanza de una vida mejor, a la vez que atesoramos nuestras tradiciones. Hoy, mi padre, a sus 90 años, aunque todavía robusto, ha pasado el crucifijo a mi hermano mayor. Ahora mi hermano nos abre las puertas de su hogar cada año. Mis hermanos siguen asumiendo la responsabilidad de asegurar que esta preciada tradición perdure para las generaciones que siguen. Nos ayuda a recordar y reconocer que, a pesar de la distancia y los desafíos asociados con dejar nuestra tierra natal, estamos dedicados a transmitir nuestras raíces culturales y nuestra fe a la próxima generación. Es realmente alentador saber que podemos continuar un legado que ha sido parte integral de nuestra cultura familiar durante más de 150 años.


Socorro Cruz es la gerente de la oficina de la parroquia Nuestra Señora de Guadalupe y asiste a misa con su familia en la parroquia Santísima Trinidad, donde su hija de 6 años es estudiante. Le apasiona la participación comunitaria y el crecimiento espiritual, y en su tiempo libre le encanta pasar momentos con su familia y capturar recuerdos a través de la fotografía.

Leer todas las noticias en español