
Setenta y Cinco Años de Fe y Compañerismo
Un Entrever Cómo Viven las Hermanas Pobres de Santa Clara
Un Entrever Cómo Viven las Hermanas Pobres de Santa Clara
Situadas en las colinas de Los Altos, las Hermanas Clarisas del Monasterio del Inmaculado Corazón se sumergen en una vida de oración contemplativa, como lo han hecho durante 75 años: con gran gratitud y alegría. Diariamente, recitan el Oficio Divino mientras buscan concentrarse en su amado esposo, Jesús, sin distracciones, e interceden por toda la humanidad.
Situadas en las colinas de Los Altos, las Hermanas Clarisas del Monasterio del Inmaculado Corazón se sumergen en una vida de oración contemplativa, como lo han hecho durante 75 años: con gran gratitud y alegría. Diariamente, recitan el Oficio Divino mientras buscan concentrarse en su amado esposo, Jesús, sin distracciones, e interceden por toda la humanidad.
A sus escasos 92 años, la Hermana Celeste, Clarisa Pobre durante 54 años, sonreía radiante. “¡Es una vocación maravillosa!” declaró. “A veces no recibimos respuesta, pero eso nos hace crecer. Y eso es lo importante, porque queremos ir al cielo, ¡y queremos que todos lo hagan!” Junto a su silla de ruedas estaban sentadas la Hermana Karis y la Madre Colette. Las tres hermanas compartieron con amabilidad un relato esclarecedor de su monasterio, su carisma franciscano y su vida, suspendida entre Los Altos y la eternidad.
Transformación a lo largo del tiempo
Aunque lleva menos tiempo como Clarisa Pobre que la Hermana Celeste, la Madre Colette ha pasado la totalidad de sus 51 años de vocación en Los Altos y ha presenciado la mayoría de sus cambios tangibles, como la demolición y reconstrucción de algunas de sus estructuras. “Recuerdo estar de pie en el parapeto (como un pequeño porche) viendo cómo demolían el edificio de los años 20. Sentí que nuestra historia también se derrumbaba. Pero no, ¡simplemente se estaba transformando!”
En una anécdota graciosa, la Madre Colette recordó lo difícil que es ser una monja de clausura en una obra de construcción, como cuando un obrero las sorprendió accidentalmente mientras estaban arrodilladas durante una bendición. “Se dirigió rápidamente a su lugar de trabajo y lo oímos decirle a alguien: ‘¡Caramba, creo que estoy muy bendecido!’” De igual manera, las hermanas se sienten bendecidas por los edificios remodelados que las mantienen ocultas a la mirada del mundo.
La vida como Franciscana
“Tenemos un horario regular llamado horarium. Santa Clara fue la primera mujer en escribir su propia Regla. Quería específicamente este tipo de clausura precisamente porque quería que la unión con Dios fuera nuestra obra principal,” explicó la Hermana Karis. La vida en comunidad también era crucial para ambos fundadores, Santa Clara y Francisco de Asís. La Hermana Karis compartió cómo viven este principio las hermanas. “Dedicamos una hora diaria al recreo, donde podemos conversar, reír y disfrutar de la compañía mutua mientras hacemos algunas manualidades ligeras. ¡Nunca nos aburrimos!”
La Hermana Karis también reflexionó sobre cómo, hasta el día de hoy, las hermanas viven solo de lo que Dios les provee a través de la generosidad de los demás. “Tanto San Francisco como Santa Clara querían que sus órdenes vivieran en una pobreza gozosa, y por eso vivimos de la limosna hasta el día de hoy, haciendo un uso agradecido y creativo de todo lo que recibimos.” La providencia de Dios también ha otorgado al monasterio benefactores y amigos dedicados a lo largo de los años, como Tatiana Promessi, quien acompaña a las hermanas a sus citas.
Tatiana reflexionó sobre una lección que recibió durante una consulta médica. Relató, “Una mujer con muchos tatuajes empezó a hablarle a la Hermana en voz alta desde el otro lado de la sala de espera. Al principio, quería protegerla. Luego, para mi sorpresa, las dos iniciaron una conversación divertida y llena de risas.” Hasta el día de hoy, lo recuerda como un momento significativo para ella. “Me inspiró lo abierta y cariñosa que era la Hermana. Ahora, intento ayudar a las personas que no pueden encontrar las cosas en las tiendas o los productos en los estantes, que están frustradas o simplemente se sienten solas. Las hermanas me enseñan compasión por quienes sufren.”
Estirando los Músculos Espirituales
Con humilde honestidad, las hermanas hablaron sobre cómo su estilo de vida fortalece sus músculos espirituales. La Madre Colette explicó, “No ves a esas almas sonriéndote ni las echuchas agradeciéndote; tienes que hacer un acto de fe y creerlo.” La Hermana Karis comentó, “Cuando tienes un día frustrante, si tu trabajo se interrumpe constantemente, si hay un malentendido o si se te quemó la cena, realmente cuesta recordar: ‘Esta es la Cruz. Esto es precisamente lo que puedo ofrecer para salvar almas.’”
La Hermana Karis también relató una experiencia personal en la que su fe fue puesta a prueba. “Hace varios años, al bebé nonato de mi hermana le diagnosticaron una enfermedad terminal. Oré con fervor pidiendo un milagro, pero el bebé murió antes de nacer. Al principio, me costó mucho, preguntándome por qué Dios había permitido que esto sucediera. Ejercitar la fe me llevó a comprender que todo lo que había pedido por esa niña se le había concedido: vida, amor y alegría eran suyos, no en esta tierra, sino en plenitud ilimitada en el cielo. Dios no solo me dio lo que pedí; me dio más.”
Las Hermanas Aptos
Hace ocho años, cuatro Clarisas Pobres mayores de edad de Aptos se unieron al Monasterio del Inmaculado Corazón, entre ellas la Hermana Celeste. La Hermana Karis, quien había llevado a la Hermana Celeste en su silla de ruedas a la sala de recepción, la observó y exclamó: “¿Acaso no tiene la sonrisa más grande que jamás han visto?" La Hna. Celeste, aún radiante, declaró: “¡Me alegré mucho cuando llegué!" Cuidar de las hermanas ha sido uno de los regalos más grandes e inesperados para el monasterio, según las propias hermanas.
Con una mezcla de alegría y tristeza, la Madre Collete compartió el fallecimiento de la Hermana Francis Maria, una de las monjas de Aptos, quien falleció en enero. “En sus últimos días, sufrió mucho; había tenido un accidente hace 40 años. Pero me dijo: ‘He esperado a Jesús mucho tiempo.’ Sus ojos brillaban y era tan hermosa.” Al reflexionar sobre el fallecimiento de todas las hermanas de su monasterio, declaró: “El mayor regalo se recibe en los últimos días.”
Celebrando 75 años
Los límites del tiempo y la eternidad, de la vida y la muerte, se difuminan en la vocación de las alegres penitentes, quienes se ven desafiadas a diario, según la Madre Colette, a “creer que ‘Dios me ama’ y que la oración es la necesidad más vital de nuestro mundo actual.” Para las Clarisas, un monasterio no se trata tanto de un lugar, sino de una persona: Dios. La Madre Colette también lo explicó: “Cuando se te llama al claustro, el espacio es simplemente accidental, por así decirlo. Dios es nuestro descubrimiento diario, cada vez más profundo, y una vida vivida solo para Él es expansiva.”
Las hermanas reflexionaron sobre el 75 aniversario de su monasterio para The Valley Catholic:
Nos maravilla la bondad de Dios y la fidelidad de quienes nos han precedido. Agradecemos a Dios su generosidad, al cuidar siempre de nosotras y de todos nuestros amigos y benefactores, quienes son sus manos en la tierra. Nuestra vida está escondida, así que esta es una oportunidad para compartir este momento con gratitud por todos los dones de Dios. Cada vocación es un don; cada miembro de su cuerpo es un don. Sentimos que se nos ha concedido un regalo al estar en la Diócesis de San José, en el Valle de Santa Clara, vivir en estas colinas y dar testimonio del amor de Dios en estos tiempos difíciles.
¡Estamos orando por ustedes y los amamos!
La Madre Colette, la Hermana Karis y la Hermana Celeste son miembros de las Clarisas Coletinas del Monasterio del Inmaculado Corazón en Los Altos Hills.
Visite https://www.poorclareslosaltos.org/ para conocer más sobre su estilo de vida.