Share this story


 | Por El Padre Angelbert Chikere

Una Reflexión Cuaresmal Sobre el Amor que Confronta el Odio

Sobre la Esclavitud y Sus Consecuencias

Durante la Semana Santa de 2024, varios obispos de todo el país, incluyendo al Obispo Oscar Cantú, viajaron a Montgomery, Alabama, durante tres días y dos noches para una experiencia cuaresmal organizada por la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos (USCCB, por sus siglas en inglés) y Catholic Mobilizing Network para profundizar y comprender mejor la realidad de la esclavitud y sus consecuencias en la historia de nuestra nación. El Padre Angelbert también asistió.

En Camerún, donde crecí, a orillas del Océano Atlántico, en la playa de Down, Limbe, una estructura sobresale de la orilla. Siempre me pareció un puente abandonado. Siempre me preguntaba qué habría al otro lado de este viejo, oxidado y roto “puente.”

Desde el tiempo como niño curioso de 8 años en la playa, me tomó otra década y media comprender que los fragmentos de esa estructura eran restos de una plataforma donde mis antepasados se mantenían a flote —la mayoría de los cuales no sabían nadar, ya que vivían tierra adentro— a la espera de los barcos esclavistas. Entonces, el año pasado, durante la Cuaresma de 2024, frente al Museo del Legado en Montgomery, Alabama, me di cuenta de que ahora estaba al otro lado de ese puente.

Peregrinación a Montgomery y Selma

Esta peregrinación, como muchos participantes la llamarían en sus reflexiones personales, fue un momento sobrio de reflexión y convivencia. Los obispos y algunos sacerdotes y laicos que los acompañaron abrieron sus corazones y mentes para entrar en esta historia profundamente perturbadora de los Estados Unidos, cuyas consecuencias siguen atormentando y lastimando a nuestra sociedad.

Visitamos el Museo del Legado, donde repasamos la narrativa de la esclavitud, la segregación, los derechos civiles y el encarcelamiento masivo. Después, visitamos el Monumento Nacional por la Paz y la Justicia, un monumento a las víctimas de linchamientos. En una profunda conversación con Bryan Stevenson, fundador y director ejecutivo de la Iniciativa de Justicia Igualitaria, este destacó cómo la falsa narrativa de que las personas afrodescendientes eran inhumanas alimentó en su momento la creencia de que la esclavitud era aceptable. Vinculó esto con la "peligrosidad atribuida" actual en la sociedad, donde las personas de color son percibidas más como amenazas que como personas dignas, lo que ha provocado un número desproporcionado de personas de color encarceladas.

Desde allí, viajamos a Selma, donde escuchamos con gran emoción a JoAnne Bland, activista por los derechos civiles de toda la vida. Criada en el sur de Estados Unidos, durante la era de las leyes de Jim Crow, participó en las marchas de Selma a Montgomery en 1965. Durante nuestro viaje a Selma, paramos en San Judas, la iglesia católica y pueblo donde acamparon los manifestantes por los derechos civiles antes del último tramo de su marcha de 54 millas a Montgomery. Los participantes de la experiencia Cuaresmal, junto con algunos vecinos de la zona, rezaron juntos el Vía Crucis.

El Becerro de Oro del Odio

El último día de esta profunda y sagrada experiencia, visitamos el Monumento Nacional por la Paz y la Justicia. Todos tuvimos un momento de reflexión personal, tras el cual nos reunimos para la misa final en la Iglesia de San Pedro en Montgomery, presidida por el Obispo Oscar Cantú. Las lecturas de la misa se basaron en el libro de Daniel, donde leímos sobre la resiliencia de Sadrac, Mesac y Abednego, quienes se mostraron justamente desafiantes y dispuestos a pagar el precio máximo por negarse a adorar la estatua de oro.

Sus palabras al Rey Nabucodonosor me impactaron. “Ha de saber, oh rey, que no serviremos a sus dioses ni adoraremos la estatua de oro que ha levantado” (Dn 3:16-18 NBLA). En su homilía, el Obispo Cantú planteó la pregunta: “¿Qué es esa estatua de oro hoy?” Señaló que ahora lidiamos con “…una estatua de oro que brilla de odio…” y nos invitó a aprender de los activistas por los derechos civiles que se arrodillaron pacíficamente y oraron durante la marcha desde Selma. Ante la brutal violencia, sus acciones pueden definirse como amor.

Una vez, jugué bajo un viejo, oxidado y roto “Puente” en Camerún. Hoy, como sacerdote, sirvo al otro lado, al final del camino de mis antepasados, quienes fueron traídos aquí por la fuerza como esclavos. Nuestra generación debe construir un nuevo puente que no termine en subyugación, deshumanización ni odio. Debe ser un puente de amor. El único activismo aceptable hoy en día es mostrar el amor al odio; es la piedra angular de un nuevo puente. Ante la amargura racial, consciente e inconsciente, en nuestra sociedad actual y las cicatrices de la esclavitud aún sin sanar en el país, me queda reflexionar sobre esto: el momento de reconstruir es ahora.


El Padre Angelbert Chikere es el Director de la Oficina de Vida, Justicia y Paz de la Diócesis de San José. Actualmente cursa un doctorado en Ciencias Sociales, con especialización en Dignidad Humana y Doctrina Social Católica. Le gusta relacionarse con la gente y compartir experiencias de vida.

Leer todas las noticias en español