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 | Por El Obispo Oscar Cantú

Queridos Hermanos y Hermanas en Cristo - La Primavera 2024

Queridos Hermanos y Hermanas en Cristo,

Una de las seis prioridades de nuestro Plan Pastoral Diocesano es la Formación en la Fe, que incluye la oración. Deseo compartir con ustedes algunas reflexiones sobre la oración.

San Agustín dice: “Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto, hasta que descanse en ti.” Como Dios hizo a la humanidad a su imagen y semejanza, anhelamos lo trascendente: lo que es verdadero, bueno y hermoso. Dios es la verdad, el bien y la belleza suprema, y por eso nuestros corazones, mentes y almas anhelan a Dios. La oración es el encuentro misterioso en la fe y en el amor con el único Dios verdadero.

La mayoría entendemos que mantener cualquier amistad requiere trabajo: se necesita mucha comunicación, mente abierta, perdón, flexibilidad y amor, entre otras cosas. Nuestra relación con Dios requiere no sólo oración litúrgica formal, sino también oración privada y personal mientras fomentamos nuestra amistad con el Señor.

La mayoría de nosotros estamos familiarizados con la oración litúrgica formal, como la Eucaristía, pero a veces estamos menos familiarizados y cómodos con la oración informal. Hay varias formas de oración: formal/informal, comunitaria/personal, prescriptiva/espontánea y litúrgica/devocional. Lo más importante es que encontremos a Dios de manera personal.

La Iglesia enseña que el sacrificio eucarístico de la Misa es la “fuente y cumbre” de nuestra fe. Si es la cumbre, entonces eso significa que hay otras experiencias de oración a lo largo del camino que nos ayudan a llevarnos a la Eucaristía. Mucha gente reza el rosario como devoción. Es una hermosa oración meditativa. Mientras repetimos el Padre Nuestro y el Ave María, el rosario nos permite meditar en los misterios de la vida de Cristo y de María y en la nuestra, pidiendo a Dios sus bendiciones.

El Catecismo de la Iglesia Católica también describe varias formas de oración: oraciones de bendición y adoración, oraciones de petición, intercesión, acción de gracias y alabanza (2626-2643). El Catecismo también describe la oración vocal, la meditación y la contemplación (2700-2719). Estos se pueden practicar de forma privada, en familia o en grupo. La Eucaristía incorpora todas estas formas de oración.

Personalmente, me gusta pasar tiempo en meditación temprano por la mañana, antes de que el día esté demasiado ocupado. Leo y reflexiono sobre las Escrituras, especialmente los Salmos. A veces, simplemente estoy presente con Dios, permitiendo que su amor penetre en mi corazón y mi mente. Oro por varias preocupaciones que pesan en mi mente y corazón, pidiéndole a Dios dirección para la sanación de amigos, familiares y feligreses que están enfermos. También trato de estar callado y escuchar a Dios. A menudo, cuando corro por el vecindario, rezo el rosario, orando por varias intenciones para nuestra diócesis.

Animo a todos a dedicar tiempo cada día a la oración. Si normalmente no dedicas tiempo personal a la oración, te animo a que comiences con 5 minutos cada día cuando estés abierto a Dios y practiques una forma de oración que te resulte cómoda. Si ya dedicas tiempo a la oración con regularidad, te animo a que te asegures de que la oración no se vuelva simplemente rutinaria o obsoleta. Quizás pruebes una nueva forma de oración. Debemos refrescar nuestras actitudes, para que nuestros corazones permanezcan conectados a nuestra oración.

También vivimos en una época con recursos abundantes para ayudarnos a orar y lugares a los que podemos acudir cuando necesitamos alejarnos de las distracciones, como leerás en esta edición de The Valley Catholic.

Santa Teresa de Lisieux describe así la oración: “Para mí, la oración es un impulso del corazón, una simple mirada lanzada hacia el cielo, un grito de gratitud y de amor, tanto en medio del sufrimiento como en medio de la alegría.”

¡Encontremos juntos a nuestro amoroso Dios en oración!

Obispo Oscar Cantú