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 | Por El Obispo Oscar Cantú

Carta del Obispo - Finales del verano de 2024

A la Familia Diocesana de San José

Cuando mis padres se mudaron de Illinois a Houston a principios de los años 60, después del nacimiento de sus dos primeros hijos en Chicago, los dos nativos mexicanos buscaban algo más que inviernos más suaves: anhelaban estar más cerca de su familia en Monterrey, México.

Si bien el viaje desde Texas hasta el norte de México era más fácil que desde Illinois, esas visitas seguían siendo poco frecuentes. Mis padres tuvieron que forjar nuevos lazos de apoyo en Houston para hacer que la vida fuera más llevadera mientras criaban a ocho hijos en un país que no era el suyo. Afortunadamente, encontraron este apoyo en su parroquia local, y formaron amistades sólidas y duraderas con otras familias con antecedentes, historias, cultura y valores similares. Hasta el día de hoy, mis hermanos y yo todavía nos referimos a estos amigos de toda la vida como nuestros “primos”. Si bien no compartíamos la misma sangre, compartíamos valores, experiencias, las gracias de Dios y una misma fe. La parroquia se había convertido en nuestra familia extendida.

Basándome en parte en esta experiencia personal, creo que la parroquia puede convertirse en una “familia extendida”. San Juan Pablo II describió la parroquia como una familia de familias. En South Bay viven muchas familias con raíces en otros países. Algunas tienen familiares cercanos, pero muchas no. Incluso para quienes tienen familiares cercanos, las amistades profundas son vitales para sentirse respaldados en la fe, los valores y los esfuerzos por criar una familia en nuestro complicado mundo.

Cuando le dijeron a Jesús que su familia lo buscaba, respondió con una enseñanza impactante pero profunda: ¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos? Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: ¡He aquí mi madre y mis hermanos! Porque cualquiera que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre. (Mt 12: 48-49 LBLA). Jesús no estaba menospreciando a su madre ni a sus primos. En cambio, estaba enfatizando los lazos espirituales de la fe y la importancia de convertirse en un solo cuerpo en Cristo. Como dice San Pablo: “Ahora bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno individualmente un miembro de él.” (1 Cor 12:27 LBLA). De hecho, los primeros cristianos se referían unos a otros como hermanos y hermanas. Como cristianos bautizados, estamos unidos sobrenaturalmente unos a otros al ser miembros del Cuerpo de Cristo. Este vínculo está presente en nuestras amistades tangibles y naturales. El Papa Francisco señaló que “las relaciones familiares [sanas] representan una fuente singular de enriquecimiento, no sólo para los cónyuges y los hijos, sino para toda la comunidad eclesial y civil”1

¿Cómo pueden nuestras parroquias convertirse en una familia de familias? A menudo, es trabajando por objetivos o eventos comunes, como festivales parroquiales o picnics, haciendo voluntariado con scouts o grupos de jóvenes, o uniéndonos a un movimiento católico. Estas experiencias compartidas nos acercan. Nos inspiran y nos motivan a formar conexiones más profundas donde podemos aprender de los demás y apoyarnos mutuamente. Mis padres, por ejemplo, se unieron al Movimiento Familiar Cristiano Católico (CCFM), donde aprendieron habilidades esenciales de comunicación y crianza necesarias en la vida familiar junto con otras parejas católicas, muchas de las cuales se convirtieron en nuestros “tíos” y “tías.”

Con esto en mente, no solo celebremos juntos el culto en nuestras parroquias, sino que también esforcémonos por formar familias fuertes y solidarias dentro de cada comunidad parroquial. Tengamos la seguridad de que no estamos solos en este camino. Como sistema de apoyo, nuestras comunidades parroquiales siempre estarán ahí para nosotros, brindándonos la fortaleza y el consuelo que nuestras familias necesitan.

Bishop Oscar Cantú


1 Mensaje de su Santidad el Papa Francisco para el Lanzamiento del Pacto Mundial Familiar. 13 Mayo, 2023