En el 2012, me gradué del Instituto de Liderazgo Ministerial (ILM) e inmediatamente ingresé al programa de formación de Liderazgo Laico Avanzado Diocesano que me llevó a ser Líder Laico Avanzado en 2016. Al mismo tiempo, obtuve una maestría en el Programa de Graduados de la Universidad de Santa Clara en Ministerios Pastorales, graduándome en el 2018. Esos años de estudio me dieron una base sólida en las Escrituras, la historia de la iglesia, la teología y más. Aún así, fue la Enseñanza Social Católica lo que más profundamente conmovió mi conciencia y dirigió mi camino.

Durante nuestra ceremonia de graduación, me dirigí a mi clase de ILM diciendo: “El viaje no ha terminado. Volvemos a comprometernos con la caridad y la justicia porque mientras una quinta parte del mundo caiga por debajo del umbral de la pobreza y haya sufrimiento en nuestros propios barrios, no podemos descansar. Debemos seguir defendiendo la dignidad de cada ser humano, pero especialmente de los más vulnerables. La Iglesia no son estos muros. Está ahí fuera; en medio del quebrantamiento”.

En lo personal, he realizado la mayor parte de mi ministerio más allá de los muros de la iglesia. Durante los últimos 16 años he participado en liderar viajes anuales de inmersión con el Ministerio de Tijuana. En una de las áreas más pobres de América del Norte, hemos construido más de 60 casas para reemplazar las chabolas improvisadas ubicadas a solo 10 millas al sur de la frontera con los EE.UU. Proyectos adicionales en Tijuana han incluido la construcción de un centro comunitario para una clínica de SIDA y una escuela para niños con discapacidades. También hemos ofrecido programas de asistencia para niños, jóvenes y madres.

De vuelta en San José, mi ministerio con los encarcelados incluye servicios de comunión, estudio bíblico, oración y trabajo para llevar la luz de Cristo a un lugar que de otro modo estaría oscuro y desolado. Para las personas sin hogar, preparé comidas, limpié duchas móviles, recolecté donaciones y distribuí abrigos y lonas con varios grupos.

Crecí enormemente al caminar con personas que vivían en la pobreza en Tijuana, ministrando a los encarcelados y sirviendo a los desamparados. A lo largo de los años, mi servicio ha crecido hasta incluir el presionar a los funcionarios del condado y de la ciudad para crear soluciones a largo plazo y viviendas asequibles para la creciente población sin hogar de Silicon Valley.

Cargo con estas historias cuando doy charlas de retiro y enseño clases de ILM. Con demasiada frecuencia olvidamos que la presencia real de Cristo comenzó con el Jesús histórico que comía con los leprosos y los marginados. Espero que mis encuentros personales con Jesús en los márgenes sirvan para invitar a otros a encontrarse con Él allí también.

Tal discipulado basado en la acción ha sido su propio camino de formación. Mi experiencia como una profesional blanca, de clase media, de alta tecnología con una hipoteca se parecía más a la del hombre rico que a la de Lázaro en el Evangelio de Lucas. Necesitaba superar los prejuicios implícitos, aprender humildad y compartir el sufrimiento de los demás.

La Iglesia siempre ha estado “allá afuera.” Tertuliano, uno de los primeros padres de la iglesia, señaló que los romanos que observaban a las primeras comunidades cristianas a menudo exclamaban: “¡Mira cómo se aman!” Así debe ser vista la Iglesia hoy, actuando, sirviendo y amando porque la justicia debe acompañar siempre a la caridad. Debemos ser Cristo para un mundo quebrantado. Para hacer eso, debemos romper continuamente los muros de la iglesia.