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 | Por Anabella Estrada, Asistente Ejecutiva del Obispo Cantú

Los Pobres Nos Salvarán

Reflexión Sobre el Día de Servicio de Cuaresma de la Cancillería en la Parroquia de St. John Vianney

“Estoy en el mercado.” Uno de los clientes, a quien llamaré Roberto, dijo estas palabras a alguien en su teléfono, posiblemente a uno de sus familiares, quien esperaba su regreso con la comida que Roberto estaba esperando recibir en un día lluvioso de servicio para los empleados de la cancillería durante la Cuaresma.

Ese día me enteré de que era la primera vez que Roberto asistía a la distribución semanal de alimentos de la Parroquia de St. John Vianney. Lo había acompañado otro señor, ambos en la misma situación. Mientras ellos me proporcionaban su información básica, me di cuenta de que carecían de conocimiento sobre toda la ayuda disponible a través de la Iglesia y Caridades Católicas. Me dijeron que necesitaban otros servicios, como asistencia legal, de vivienda y alquiler, y atención médica; en otras palabras, necesitaban acceso a las necesidades para sobrevivir.

Después de registrarlos, platicamos sobre nuestra fe católica y otros recursos de la Iglesia y la comunidad. Aunque traté de darles la mejor información posible, estoy segura de que mis palabras no fueron suficientes. Sus necesidades eran tan inmensas; ¿Cómo podría algo que yo ofreciera, o la Iglesia ofreciera, o el condado ofreciera, satisfacer sus necesidades básicas a tiempo?

Al igual que varias parroquias de la diócesis, la parroquia de St. John Vianney facilita la distribución de alimentos para Caridades Católicas en colaboración con St. Vincent de Paul y Second Harvest Bank Food. Ese fue el "mercado" donde conocí a Roberto y su amigo. A partir de esa experiencia, fue evidente que las familias desesperadas en la economía actual frecuentemente ponen su fe y esperanza en programas de asistencia como en el que el personal de la cancillería se ofreció como voluntario esa tarde.

Durante estos últimos años, he batallado para definir la que es la pobreza y además definir con precisión de quién estamos hablando cuando nos referimos a las personas que viven en la pobreza. He aprendido que tener hambre significa más que simplemente necesitar comida. Significa que la persona ha agotado sus recursos para las necesidades básicas.

Durante nuestro día de servicio, los voluntarios de la Cancillería sirvieron a casi ochocientas familias en dos horas. Desde la Cuaresma, el número promedio de personas que asisten ha aumentado a 950 familias por semana. Lo milagroso de la distribución parroquial es que todas las familias recibieron algo. Jesús realizó un milagro durante nuestro día de servicio al recibir donaciones para que la gente fuera alimentada, como en el milagro de la multiplicación de los panes en el evangelio de Mateo.

Me pregunto cómo podemos encontrar e imitar al Jesús de los hambrientos y sedientos más allá de satisfacer las necesidades físicas. Este mismo Jesús se parte en un pedazo de pan y se entrega en una copa de vino en la Eucaristía para saciar mi hambre espiritual. ¿Cómo podemos imitar esta realidad eucarística en nuestra vida espiritual? Roberto no solo buscaba lo físico sino también lo espiritual. Como católico de toda la vida, preguntó sobre los servicios de Semana Santa porque sabía que se acercaba la Pascua.

Me compartió: “Crecí católico, asistía a misa y celebraba el Vía Crucis.” Me llamó la atención que, a pesar de todas las adversidades que enfrentaba, su sonrisa y sus ojos brillantes revelaban una verdadera hambre del Señor. Él y las familias a las que servimos ya estaban recorriendo su propio Via Crucis.  Se sentía vulnerable, pero me parecía que su felicidad era mayor que sus aflicciones. Invité tanto a Roberto como a su amigo a adorar en St. John Vianney.

Como tantas personas en el mercado, Roberto me regaló la oportunidad de un encuentro conmovedor con Jesús. He llegado a comprender, a partir de ese encuentro, que la Iglesia, Cuerpo místico de Cristo, no va a salvar a los pobres tanto como son los pobres quienes nos salvarán a nosotros, si nos dejamos conquistar por el divino amor de Jesús con ellos, por ellos y por nosotros mismos. ¡Gracias, Jesús, por encontrarme y mostrarme una vez más tu Amor!