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 | Por El Obispo Oscar Cantú

La Obra de Manos Humanas Transformada

Queridos Hermanos y Hermanas en Cristo,

En la celebración de la Eucaristía, el pan y el vino presentados en el altar se transforman en el cuerpo y la sangre de Cristo. La Iglesia se refiere a este cambio como transubstanciación, lo que significa que mientras la apariencia sigue siendo la del pan y el vino, su sustancia ha cambiado. Ya no son pan y vino sino el cuerpo y la sangre de Jesucristo. Dios permite que se produzca este cambio porque desea permanecer con nosotros para nutrirnos, fortalecernos, y guiarnos. ¡Él quiere estar con nosotros por su gran amor!

En su célebre poema, "La Grandeza de Dios", el poeta jesuita Gerard Manley Hopkins señala que la grandeza de Dios está incrustada en la creación. Hace una referencia a la pasión, muerte y resurrección de Cristo. Hopkins escribe que el esplendor de Dios “se congrega en magnitud, como el légamo de aceite triturado.” Así como se trituran los olivos para extraer su aceite, del mismo modo, en el Huerto de los Olivos, Jesús fue "triturado" al ser traicionado por su discípulo, arrestado y llevado a su eventual tortura y cruel ejecución.

Es muy apropiado que Dios eligiera permanecer con su Iglesia en la Eucaristía usando los símbolos del pan y el vino. Reflexionemos, pues, por un momento en estos símbolos: el pan y el vino.

El pan y el vino no se encuentran en la naturaleza como esas sustancias; las uvas y el trigo deben pasar por un proceso de transformación para convertirse en pan y el vino, como los olivos, en aceite. Las uvas deben triturarse, literalmente, y el jugo debe fermentarse. El trigo debe ser molido, mezclado con agua, amasado y horneado.

Estos procesos son a lo que las oraciones Eucarísticas durante la Misa se refieren como “obra de manos humanas.” Así, lo que se presenta en el altar ya ha pasado por una importante preparación antes de ser ofrecido en el altar.

Puesto que el pan y el vino son obras de manos humanas, nos representan a nosotros, a ti y a mí, la Iglesia que está llamada a reunirse alrededor del altar para celebrar la Eucaristía. Y debido a que las uvas y el trigo son triturados y molidos, amasados, horneados y fermentados, estos símbolos evocan la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Nuestras propias experiencias en la vida a veces también son paralelas al proceso de triturar, fermentar, moler, amasar, y hornear en un horno caliente. Cuando el pan y el vino se presentan sobre el altar, ofreciéndolos a Dios como don en la Eucaristía, se transubstancian. Son transformados. Tú y yo reunidos alrededor del altar también estamos llamados a ser transformados en la presencia de Cristo en el mundo para santificar el mundo.

¡Venga tu reino!

Obispo Oscar Cantú