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 | Por El Obispo Oscar Cantú

Queridos Hermanos y Hermanas en Cristo - Verano 2024 Espanol

Queridos Hermanos y Hermanas en Cristo,

Durante los últimos meses, el Equipo de Implementación del Plan Pastoral Diocesano y yo hemos organizando conversaciones mensuales con el clero, que se centraron en el tema crucial de la hospitalidad, un objetivo en la prioridad de adoración de nuestro Plan Pastoral.

Estas discusiones han tratado varios aspectos, incluyendo lo que los feligreses experimentan antes, durante y después de la liturgia dominical, la facilidad de uso de los sitios web de nuestra parroquia/escuela, la precisión de la información en los anuncios y las redes sociales, así como las disposiciones para personas con necesidades especiales. Estas conversaciones han provocado un compromiso profundo en nuestros sacerdotes y personal para presentar un rostro más acogedor de la Iglesia a nuestros visitantes y feligreses.

La hospitalidad nos prepara para la prioridad del alcance del plan pastoral, el cual es el enfoque de este número e incluye la obra de evangelización, justicia y servicio. El Papa Francisco comentó recientemente: “La hospitalidad espontánea y los gestos atentos comunican algo del amor de Dios.” También compartió que “la voluntad de escuchar a otros cristianos, prestando atención a sus historias personales de fe y a la historia de su comunidad” está en el corazón de todo diálogo ecuménico. Es también el corazón de toda evangelización cristiana.

La hospitalidad es un paso esencial en la implementación de nuestro plan pastoral. Como diócesis, nos comprometemos en los próximos meses y años a invitar y escuchar a personas que no participan en nuestras comunidades católicas, aquellos que no son católicos o se han alejado de la Iglesia. Necesitamos asegurarnos de brindar una cara hospitalaria de la iglesia a las personas que se acercan a nuestras comunidades y a aquellos a quienes servimos.

A menudo pensamos en la evangelización como solo hablar de nuestra fe y de la Iglesia. Sin embargo, si miramos el ejemplo del mismo Jesús, vemos que el testimonio eficaz de nuestra fe comienza con el escuchar. En el encuentro de Jesús con los dos discípulos en el camino a Emaús (Lc. 24:13-35), primero escuchó a los discípulos antes de comenzar a enseñarles o a partir el pan con ellos. Jesús fue paciente y escuchó. Aunque el entendimiento de los dos discípulos era erróneo, Jesús escuchó. Escuchar genuinamente a alguien envía un mensaje poderoso, demostrando que nos preocupamos por esa persona y la tomamos en serio. Escuchar a menudo cambia la actitud de la persona que es escuchada: abre una puerta a su corazón, una puerta abierta que generalmente permite que opere la gracia de Dios.

Los invito a considerar el siguiente primer paso al leer este número: dediquemos un tiempo, como lo hizo Jesús, a escuchar a alguien que no practica nuestra fe católica. Todos conocemos a alguien que se ha alejado de la Iglesia o alguien que se siente herido por la Iglesia o la sociedad. Cuando escuchamos genuinamente a alguien, creamos un espacio para que la misericordia y el amor de Dios actúen y se arraiguen en sus corazones y en los nuestros. Todas las relaciones comienzan cuando escuchamos con amor y compasión, incluso si no estamos de acuerdo. Si bien esta fase inicial de evangelización es vital, es sólo el comienzo. El acompañamiento debe seguir, y este tema se abordará más a fondo bajo la prioridad familiar del Plan Pastoral en una edición futura.

La iconografía de la iglesia oriental a menudo representa a santos con ojos grandes, orejas grandes y bocas pequeñas: un recordatorio para que observemos con discernimiento, escuchemos con atención y hablemos con moderación. Hay una gran sabiduría en esto. Seamos protagonistas de la obra evangelizadora del Espíritu Santo, en la que participamos abriendo nuestros oídos a Dios y a los demás para acercarnos a Dios en nuestro corazón y ayudar a los corazones de los demás a acercarse también al amor y a la gracia de Dios.

Obispo Oscar Cantú