Una Visión, Muchas Manos: Cómo un Auxiliar Ayuda a la Iglesia a Florecer
En la Iglesia Católica, se asigna un obispo auxiliar a una diócesis para ayudar al obispo diocesano —el "ordinario"— a pastorear al pueblo de Dios. La misión es sencilla y exigente: compartir la labor del pastor para que el Evangelio arraigue más profundamente en cada parroquia, escuela y ministerio.
Un obispo auxiliar es ordenado obispo y sirve en plena comunión con el ordinario. Predica, celebra los sacramentos y a menudo se le confían confirmaciones, visitas parroquiales y proyectos pastorales especiales. Puede supervisar una región de la diócesis o prioridades específicas (apoyo al clero, educación católica, ministerio hispano, o jóvenes y adultos jóvenes) para que la atención a los fieles sea personalizada, oportuna y constante.
Lo que distingue al auxiliar del ordinario es su gobernancia. El ordinario ostenta la cátedra en la iglesia catedral y asume la plena responsabilidad de enseñar, santificar y gobernar la Iglesia local. Establece la visión diocesana, toma las decisiones finales y es el principal signo de unidad. El auxiliar asiste al ordinario en todas las tareas que le han sido delegadas. No dirige la diócesis en nombre propio ni lo sucede automáticamente; más bien, actúa como un colaborador cercano y un socio de confianza, prometiendo respeto y obediencia al obispo diocesano.
En la práctica, esta colaboración se asemeja a un trabajo en equipo. Mientras el ordinario convoca y dirige el plan pastoral general —aquí en la Diócesis de San José, “Renovados en Cristo, Juntos en la Misión”— el auxiliar ayuda a que ese plan se concrete: acompaña a los párrocos, fortalece los ministerios, confirma a los jóvenes, escucha a las comunidades y apoya la formación. En una región en constante evolución como el Valle de Santa Clara, la presencia del auxiliar garantiza que la atención del obispo llegue más lejos y con mayor frecuencia.
En pocas palabras, el ordinario es el pastor principal de la diócesis; el auxiliar es un hermano pastor que extiende ese cuidado. Juntos, invitan a nuestra Iglesia local a una comunión más profunda con Cristo y a un servicio más generoso al prójimo.
