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 | Por Diana Cuevas Ramos

Pasando de la Duda a la Convicción

La experiencia de una mujer joven en la procesión de 40 Días por la Vida

En la mañana del 5 de abril de 2022, desperté nerviosa y emocionada por lo que el Señor me tenía preparado para ese día. Toda la semana estuve pensando en la procesión de los 40 Días por la Vida con el Obispo Cantú al Planned Parenthood. No sabía si debía ir porque nunca me había puesto firme sobre el tema del aborto, y mucho menos participado en una procesión. A medida que se acercaba la procesión, comencé a pensar en mi familia y amigos y en lo que pensarían si me vieran tomando una postura firme contra el aborto. Si bien eso creó un poco de duda, también pensé en las muchas mujeres en mi vida que lucharon por hacer realidad sus sueños de maternidad. Cuanto más pensaba en estas mujeres y en todas las vidas perdidas por el aborto, menos pensaba en el miedo al juicio de los demás.

Ese sábado comenzó ventoso y frío. Recuerdo sentirme insegura de qué hacer o adónde ir porque nunca había asistido a un evento como este. Mientras salía de la misa y bajaba los escalones, un hombre me entregó un cartel que tenía escrito: “Reza Por el Fin del Aborto.” Lo sostuve en mis manos por unos momentos pensando en el mensaje que tratabamos de transmitir a la comunidad local. Mientras estaba contemplando el mensaje que personalmente estaba a punto de dar, tomé un momento para mirar a mi alrededor. Muchos se conocían y conversaban; algunos repartían pancartas y se aseguraban de que nadie se quedara fuera, y otros esperaban con paciencia y fortaleza que comenzara la procesión. Cuando comencé a relajarme, volví al momento presente cuando me pidieron que fuera al frente para tomar una foto. Mientras bajaba los escalones, no puedo negar que vaciló un poco mi cuerpo. Empecé a pensar en la permanencia de una imagen. Dicen que una imagen vale más que mil palabras, y para mí es mucho más que las palabras de la imagen. Significaba que por primera vez en mi vida, adoptaba una postura clara y firme contra el aborto. Esa imagen estaría disponible para que todos la vieran; quedaría constancia para que mis amigos y familiares se dieran cuenta de que yo era pro-vida. Sin embargo, al ver a todos de pie a mi lado, me dio la valentía necesaria para mantenerme firme junto a ellos. Mientras estaba de pie sosteniendo mi cartel, comencé a sentir una calma que provenía de darme cuenta de que Dios estaba conmigo y nunca se apartaría de mi lado.

Al iniciar la procesión, mi caminar estaba lleno de dudas e incertidumbres. Cada paso que daba se sentía perdido y silencioso. Sin embargo, a medida que comenzamos a orar, me sentí más fuerte y empezé a caminar con más propósito. Me sorprendió como nos cuidábamos mutuamente, especialmente a aquellos que eran extraños hasta ese día. Nos fijabamos de que todos caminaran en la acera. Nunca me había dado cuenta lo poderosa que era una simple caminata llena de oración y convicción hasta que comenzamos a procesar. Muchos se sintieron provocados por nuestra oración y muchos más por nuestro mensaje. Algunos miraron con admiración, mientras que otros tenían una profunda ira en sus ojos.

Ya fuera que tocaban el claxon para apoyar o para demostrar enojo, muchos estaban tan afectados que sintieron la necesidad de reaccionar. Sentí que estábamos marcando una diferencia para los pocos que presenciaron esta procesión.

Sin embargo, el miedo comenzó a apoderarse de mí y el corazón se me detuvo cuando nos acercamos a un autobús que se había detenido para bajar gente. Un hombre comenzó a gritarnos que nos íbamos al infierno. Otros habían gritado con ira, pero este hombre me asustó porque comenzó a acercarse al grupo con su bicicleta. Pensé que empezaríamos a correr, caminar más rápido, o tratar de evitarlo por completo. Pero me sorprendió ver que el grupo permaneció en calma y simplemente levantaron la mano hacia este hombre y oraron por él. Estaba tan asombrada con la fe del grupo, era como si supieran con cada fibra de su ser que estaban a salvo y se preocupaban más por este hombre que por ellos mismos, y simplemente siguieron caminando como si nada hubiera pasado.

Mientras continuábamos orando y caminando, nos acercamos a una gasolinera donde mi miedo alcanzó su punto máximo. Yo estaba caminando detrás del Obispo, y después de encontrarnos con el hombre en su bicicleta, pude sentir aún más la fuerza de nuestra unidad y oración. Sin embargo, vi a un hombre que comenzó a gritarnos “cállate!” pero lo que me llamó la atención no fueron sus palabras, ya que estas palabras las habíamos escuchado mucho durante la procesión. Lo que me llamó la atención fueron sus ojos. Era como si no pudiera ver a nadie más que al Obispo, y comenzó a acelerar el paso hacia él. Empecé a tener miedo, pero no por mí, sino por el Obispo. Este hombre se enfocó en él, y se dirigió hacia su objetivo. Incluso tuve que parar unos segundos porque sentí que algo iba a pasar. Pero una vez más, me asombró la fe del Obispo, ya que permaneció completamente tranquilo e imperturbable ante el hecho de que este hombre lo estaba atacando con desesperación para callarlo. Afortunadamente, dos hombres grandes y fuertes a cada lado del Obispo se pararon frente a él y pacíficamente desviaron al hombre hacia un lado para que no pudiera alcanzarlo. Estaba claro que se habían preparado para este momento porque todos permanecieron tranquilos y en paz. No se sintió ninguna preocupación, ni se dejó de orar durante estos momentos. Todo lo que se sintió fue una fe y una confianza profunda y fuerte en Dios.

Una vez que terminó la procesión y regresabamos a la parroquia, no pude evitar mirar todo de manera diferente. Las calles ya no estaban vacías. Estaban llenas de recuerdos de cuando nos unimos para luchar por la vida. Al regresar, sentí una convicción para hablar y luchar contra del aborto. Me sentí mucho más fuerte y segura al decir mi verdad y alzar mi voz como defensora de la vida porque ya no me sentía sola. Sabía que formaba parte de una comunidad llena de oración, fe, fortaleza, y gente amorosa. Ya no sentí la necesidad de dudar o temer el juicio porque esta es una lucha por aquellos bebés cuya vida está en peligro y por las madres que enfrentan dificultades y desafíos y necesitan nuestro apoyo y recursos para elegir la vida. Esta es una lucha que debe ser peleada por todos, y estoy lista para más días en la lucha por la vida.