| Por Diana Cuevas Ramos

Una Entre un Millón

Lo Que Vi en el Jubileo de  los Jóvenes

 

¡Ésta es la juventud del Papa!

Antes de mi peregrinación de 10 días por Italia en junio, donde participé en el Jubileo de los Jóvenes en Roma, nunca había formado parte de un grupo de compañeros que a la vez estuviera lleno del Espíritu Santo y orgulloso de nuestra fe católica. El momento culminante del viaje fue cuando el Papa León XIV vino a saludarnos a un millón de personas en el campo de Tor Vergata, donde se tomó la foto, ahora viral, del Papa León XIV cargando la cruz de madera. Una sensación de urgencia, pasión, entusiasmo y pasión nos invadió a todos.

Una Peregrinación de Reconciliación

De camino a Roma, visitamos varios lugares, entre ellos la Basílica de Santa Rita de Casia, donde está enterrada Santa Rita, patrona de los casos imposibles. En la basílica, tuve la oportunidad de recibir el sacramento de la reconciliación y asistir a misa. Durante mi confesión, me abrí de corazón y, sinceramente, experimenté el peso de vivir sin una relación con Dios.

Mientras el sacerdote me absolvía de mis pecados, sentí que Dios me encontraba allí mismo. Sentí un calor intenso que me inundó por completo y me solté a llorar en el confesionario. En el banco, me arrodillé y lloré como no había llorado en mucho tiempo.

En la misa que siguió, cuanto más me acercaba a Jesús en la fila para la comunión, más me emocionaba, llena de la grandeza del amor y la misericordia de Dios. Al consumir la Hostia después de estar un tiempo lejos de Cristo, me sentí profundamente agradecida. Fue entonces cuando empecé a llorar de nuevo. Salí de aquella misa con la firme convicción de dos realidades: nada tiene sentido en mi vida sin Él, y que yo no soy nada sin Él.

En el Campo Tor Vergata: Encuentros Con Jóvenes de Todo el Mundo

Cuando acampábamos en el Campo Tor Vergata, los jóvenes corrían de un lado a otro porque todos queríamos ver a Papa. ¡Nuestro amor por Dios y el Santo Padre era evidente en cada paso que dábamos!

Me asombró ver cuántas personas vinieron de todo el mundo, de tantas culturas e idiomas, para vivir el Jubileo de los Jóvenes. No entendíamos los distintos idiomas, pero no importaba, porque el lenguaje compartido de amor a Dios, al Papa y a nuestra Iglesia nos unía a todos.

No podía evitar sonreír y que me saltaran las lágrimas cada vez que los jóvenes se unían a exclamar: “¡Ésta es la juventud del Papa!” Sentía un orgullo enorme al decir, junto a personas de todo el mundo: “¡Estoy orgullosa de ser católica! ¡Estoy orgullosa de tener una relación con Dios!” Por primera vez, me sentí lo suficientemente segura como para ser mi yo más auténtico y llena de fe.

Madurando en la Fe

Mi camino de fe comenzó de niña, después de que mi madre y yo llegáramos a San José desde México. Encontramos un hogar en la Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe, donde mi madre se unió a un grupo de jóvenes adultos con música, liderazgo y retiros. La acompañé y, gracias a su ejemplo, mi pasión por el ministerio creció.

Sin embargo, con el tiempo, debido a las exigencias de la vida cotidiana, comencé a sentir una monotonía en mi relación con Dios. Antes del viaje, iba a la iglesia, trabajaba en la cancillería (las oficinas administrativas de la diócesis) y cuidaba de mi familia. Aun así, me sentía distante de Dios, como Marta, cuando Jesús vino de visita, quien estaba tan concentrada en ocuparse de todo que olvidó lo más importante: Jesús mismo.

En la peregrinación, ser una de los millones de jóvenes que se reunieron para cantar, bailar y celebrar nuestra fe fue muy inspirador y motivador. Escuché Su voz a través de las palabras del Papa en el campo de Tor Vergata: “¡No tengan miedo, son peregrinos de la esperanza! ¡Sean quienes fueron llamados a ser y encenderán el mundo!” Fue un mensaje personal para mí, porque era Dios recordándome que soy digna, elegida y amada, y que no me definen mis errores.

Un Mensaje Para los Jóvenes Adultos

No sabía qué esperar cuando planeé este viaje, pero presentía que Dios quería decirme algo importante. Regresé a casa con un corazón renovado. Ahora quiero compartir esa misma esperanza con otros, especialmente con los jóvenes adultos que se sienten indignos o cansados. Me sentí sumamente bendecida y agradecida de haber asistido en persona, ya que conocía a muchas personas en casa que desearían haber estado allí también.

A todos los Jóvenes Adultos de la diócesis: ¡Somos dignos, elegidos y amados cada día! Todos somos peregrinos de esperanza, dignos de liderazgo, y Dios puede usar nuestras historias para transformar el mundo como nos transforma a nosotros con su amor. ¡Necesitamos creer en nosotros mismos como el Papa León XIV! ¡Podemos vivir este momento de Jubileo dondequiera que estemos y realmente encender el mundo!

Un Recordatorio de Quién Estoy Llamada a Ser

A través de este viaje, Dios me confirmó quién soy y quién no soy. Me recordó todo lo que soy y me dio la valentía de no tener miedo de ser mi yo más amorosa, ardiendo en el Espíritu Santo. Literalmente me alejó de todo lo que me distraía para recordarme que soy por Él, para Él y con Él. Me recordó mi verdadera pasión por ayudar a otros a salir de la oscuridad y la desesperanza; que Él es Amor y el amor transforma.

Y Él me recordó del mensaje que me había dado para compartir. Este renovado y fuerte sentido de urgencia era lo que realmente necesitaba para convertirme en la mujer que Dios siempre me ha llamado a ser. Dios es tan caballeroso, y aunque siempre está cerca, porque nos ama profundamente, también nos respeta. Siempre estaré agradecida por este momento histórico que tuve el privilegio de vivir en persona, que renovó mi convicción de que nada importa aparte de una relación con Él quien me ama a mí, a todos los jóvenes y al mundo entero, incondicionalmente.


Diana Cuevas Ramos es coordinadora de la Oficina de Espiritualidad Adulta y Vida Familiar y de la Oficina de Vida, Justicia y Paz del Departamento de Evangelización de la Diócesis de San José. Actualmente cursa su maestría en Ministerios Pastorales en la Universidad de Santa Clara. Le encanta pasar tiempo con su familia, bailar y hacer ejercicio.

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