¿Cómo te está llamando Dios?
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Uno de mis cómics favoritos de la infancia era Calvin y Hobbes. En un momento dado, mi madre se dio cuenta de que había empezado a comportarme demasiado como Calvin, así que limitó mi consumo de sus aventuras a un día por semana. En una conversación, alguien le hace a Calvin la clásica pregunta: “¿Qué quieres ser de grande?”. Naturalmente, Calvin rechaza una respuesta común (bombero, astronauta, jugador de fútbol) y, en su lugar, proclama con orgullo: “¡Un cavernícola!”.
Uno de mis cómics favoritos de la infancia era Calvin y Hobbes. En un momento dado, mi madre se dio cuenta de que había empezado a comportarme demasiado como Calvin, así que limitó mi consumo de sus aventuras a un día por semana. En una conversación, alguien le hace a Calvin la clásica pregunta: “¿Qué quieres ser de grande?”. Naturalmente, Calvin rechaza una respuesta común (bombero, astronauta, jugador de fútbol) y, en su lugar, proclama con orgullo: “¡Un cavernícola!”.
Como hijos de Dios, sabemos que él nos llama a ser alguien “cuando seamos grandes”, pero a veces podemos estar tan confundidos o equivocados como Calvin.
Ya sea que consideremos el llamado universal a la santidad y la misión, el discernimiento de nuestras vocaciones permanentes o simplemente las invitaciones cotidianas a seguir la voluntad de Dios, a menudo desearíamos que Dios fuera más directo, obvio o amorosamente “evidente”. Puede darnos la sensación de que sólo se burla de nosotros con un atisbo de su voluntad o permaneciendo en silencio y oculto.
Aunque la Biblia contiene muchísimos ejemplos de cómo Dios se comunica directamente con las personas, uno de mis favoritos se encuentra en el Primer Libro de Samuel (3,4-10). En mitad de la noche, mientras estaba acostado en la casa del Señor, Samuel oye que Dios lo llamaba por su nombre. Supone erróneamente que es Elí porque la Escritura dice que Samuel aún no conocía al Señor. Elí lo envía de vuelta a la cama y esto se repite varias veces. Finalmente, Elí se da cuenta de lo que ocurre y ordena a Samuel que diga estas maravillosas y eternas palabras: “Habla, porque tu servidor escucha”.
Aunque esto pueda parecer fuera de nuestro alcance o irrelevante para nuestra vida actual, la disposición de Samuel contiene lecciones esenciales para quienes anhelamos oír conscientemente la voz de Dios. En primer lugar, necesitamos conocer a Jesús, pasar tiempo con él y escuchar en silencio para que él hable. Irónicamente, puede que sigamos pidiéndole a Jesús que hable, pero no dejamos de hablar para oírle. Hablamos con él, pero no le permitimos que nos hable. Especialmente cuando se trata de grandes decisiones vitales, como discernir nuestra vocación, debemos aprender a escuchar con paciencia, expectación y sin ideas preconcebidas sobre cómo debería llamarnos.
Este mes, dedica tiempo a escuchar intencionadamente la llamada de Dios para tu vida —tanto en los asuntos grandes como en los pequeños— y empieza cada vez con la sencilla oración de Samuel: “Habla, porque tu servidor escucha”. Veamos qué nos llama a ser el Señor cuando “crezcamos” (pista: ¡probablemente no sea un cavernícola!).
Pete Burak es vicepresidente de Renewal Ministries. Tiene un máster en teología y es orador habitual en eventos dirigidos a jóvenes y adultos jóvenes.
