La meditación cristiana es una búsqueda
En la columna anterior, examinamos la primera de las tres expresiones principales de la oración en la Tradición cristiana, a saber, la oración vocal. Ahora nos centraremos en la segunda de estas expresiones: la meditación.
En la columna anterior, examinamos la primera de las tres expresiones principales de la oración en la Tradición cristiana, a saber, la oración vocal. Ahora nos centraremos en la segunda de estas expresiones: la meditación.
El Catecismo de la Iglesia Católica (2708) nos dice que la meditación, u oración mental, es una búsqueda orante que “hace intervenir al pensamiento, la imaginación, la emoción y el deseo”. En la oración meditativa, buscamos comprender el “por qué” y el “cómo” de la vida cristiana “para profundizar en las convicciones de fe, suscitar la conversión del corazón y fortalecer la voluntad de seguir a Cristo”.
La oración meditativa cristiana difiere de muchas prácticas de meditación orientales que buscan vaciar la mente. Por el contrario, la meditación cristiana es una tarea mental muy activa. Intenta comprometer la mente en la oración para responder a la pregunta: “Señor, ¿qué quieres que haga?” (CIC 2706). Se trata de buscar una unión más estrecha con Cristo experimentando la presencia de Dios, progresando en la comprensión de él y sus verdades, desarrollando la vida espiritual, creciendo en la fe y aportando la paz divina a la vida.
El lugar de la meditación
En la parábola del sembrador, Jesús describe cómo un sembrador sale a sembrar. Algunas de las semillas caen en un camino donde los pájaros las consumen rápidamente. Otras caen en terreno pedregoso. Como la tierra no es profunda, la semilla crece rápidamente, pero se marchita al sol con la misma rapidez por carecer de raíces adecuadas. Otras caen entre espinas y se ahogan. En los tres casos, la semilla no produce frutos. Sólo la semilla que cae en buena tierra produce abundancia.
Consideremos ahora lo que dice el Catecismo: “Un cristiano debe querer meditar regularmente; si no, se parece a las tres primeras clases de terreno de la parábola del sembrador” (CIC 2707). La importancia de la oración meditativa en la vida del cristiano es evidente.
Métodos de meditación
Existen muchos métodos de oración meditativa. Por ejemplo, muchos católicos meditan sobre los misterios del rosario. También está la práctica de la “Lectura Divina”.
La “Lectura Divina”, o Lectio Divina, es una práctica tradicional de lectura de las Escrituras, meditación y oración. El objetivo es promover la comunión con Dios y aumentar el conocimiento de su Palabra. Como tal, no trata las Escrituras como textos para ser estudiados o analizados. Por el contrario, busca introducirse en la palabra viva de Dios.
¿Sabía que...
…la Lectio Divina tiene sus raíces en los escritos de Orígenes en el siglo III? San Ambrosio se la enseñó a San Agustín, y San Benito la estableció como práctica monástica en el siglo VI. Sin embargo, no fue hasta el siglo XII que un monje cartujo llamado Guigo II formalizó la Lectio Divina como un proceso de cuatro pasos.
El proceso de cuatro pasos de la Lectio Divina
La Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos describe los cuatro pasos de la Lectio Divina formulados por Guigo II, un monje del siglo XII.
1. Lectio (Lectura):
El objetivo es adoptar una postura reflexiva ante un breve pasaje de las Escrituras, deteniéndose en una sola palabra o frase que resuene en nuestra mente y corazón.
2. Meditatio (Meditación):
Reflexionamos de forma
profunda y sin prisas sobre
lo que hemos leído.
3. Oratio (Oración):
Nos tomamos un tiempo para hablar con Dios sobre lo que hemos leído, oído o experimentado, y le planteamos las preguntas que han surgido en nuestro corazón.
4. Contemplatio (Contemplación):
Estamos llamados a descansar en la Palabra de Dios y a escuchar al Dios que habla dentro de nosotros con “una vocecita apacible”. Es durante la contemplatio, por la gracia de Dios, cuando podemos conectar cualquier percepción recién descubierta con las experiencias de la vida cotidiana.
Doug Culp es el canciller de la Diócesis Católica de Lexington.