Permanecer en el camino de la santidad
La virtud del autocontrol
La virtud del autocontrol
A todos nos ha pasado: "Comeré solo otro bocado". Y antes de que nos demos cuenta, todo el trozo de pastel se ha ido. No me malinterpreten: me encanta un buen trozo de pastel de queso decadente o un tazón lleno de helado de vez en cuando. Pero con demasiada frecuencia, incluso cuando sabemos que algo no es bueno para nosotros, tenemos dificultades para detenernos. Esto se relaciona no solo con lo físico, sino también con lo emocional: preocupación, celos y autocrítica desenfrenada, por ejemplo.
A todos nos ha pasado: "Comeré solo otro bocado". Y antes de que nos demos cuenta, todo el trozo de pastel se ha ido. No me malinterpreten: me encanta un buen trozo de pastel de queso decadente o un tazón lleno de helado de vez en cuando. Pero con demasiada frecuencia, incluso cuando sabemos que algo no es bueno para nosotros, tenemos dificultades para detenernos. Esto se relaciona no solo con lo físico, sino también con lo emocional: preocupación, celos y autocrítica desenfrenada, por ejemplo.
El filósofo griego Sócrates advirtió que todo debe hacerse con moderación. Aristóteles nombró además la moderación como una virtud moral. Ser capaz de disfrutar las cosas sin exagerar no es un concepto nuevo, pero aún puede ser un desafío. Requiere el cultivo de una virtud bastante impopular: el autocontrol o la autodisciplina.
El autocontrol es una práctica espiritual que se remonta a la Iglesia primitiva. Desde el riguroso ayuno de Cuaresma hasta el estilo de vida ascético de los monjes, abstenernos de ciertos placeres puede desarrollar el carácter y acercarnos al Señor.
Al decir “no” al trozo extra de pastel o a ver otro episodio de nuestro programa favorito, estamos practicando para los momentos en que tenemos que negar tentaciones aún mayores. Cuando tenemos el impulso de llevar a cabo comportamientos con implicaciones graves (consumo excesivo de alcohol, conducir con ira, mentir o hacer trampa, solo por nombrar algunos), podemos profundizar y poner en práctica lo que hemos ensayado antes en cosas más pequeñas.
Además, podemos dedicar menos tiempo a lo que nos hace daño a nosotros y a los demás, y más tiempo a lo que nos sana y trae paz, como los momentos con nuestros seres queridos.
El autocontrol puede incluso mejorar nuestras relaciones. El Libro de los Proverbios aconseja: “Donde abundan las palabras nunca falta el pecado, el que refrena sus labios es un hombre precavido”. (10, 19) Cuando entramos en conflicto con nuestros seres queridos, ¿por qué abrir heridas profundas o desenterrar el pasado? ¿Por qué decir algo hiriente en el calor del momento? Un poco de autocontrol puede llegar muy lejos. Y comienza con las cosas pequeñas.
Proverbios también nos dice que “Ciudad desmantelada y sin muralla es el hombre que no domina su genio”. (25, 28) Cuando dejamos que las tentaciones y malos hábitos nos controlen, quedamos quebrantados y vulnerables. Pero cuando aprovechamos y practicamos el poder del autocontrol, fortalecemos nuestro carácter para lo que realmente importa: elegir a Dios sobre todas las cosas.
LAS VIRTUDES TEOLOGALES
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Prudencia
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Templanza
Veronica Szczygiel, Ph.D., es directora de aprendizaje en línea en la Escuela de Graduados en Educación de la Universidad de Fordham.