Su corazón generoso era uno de los mayores dones del Obispo PJ. Lo llevaba a menudo a visitar a la gente en los hospitales, a hablar con ellos y a darles el sacramento de la Unción de los Enfermos. Muchos de ellos estaban pasando por momentos increíblemente difíciles y su presencia les brindaba el gran consuelo de la oración, así como una sonrisa y una carcajada que les animaba el corazón. Siempre estuvo muy conectado con los marginados.

Los frutos de su sensibilidad hacia los demás se manifestaron de muchas maneras. Estableció una misa para personas sordas y con problemas de audición a través de la Federación Católica Italiana (ICF) en la parroquia de Santa Teresa. Tuvo un papel decisivo para que los niños sordos recibieran el sacramento de la Sagrada Comunión. Además, estaba constantemente presente en los desafíos físicos, psicológicos y espirituales de los discapacitados, y a menudo apoyaba y alentaba a los catequistas a utilizar las mejores prácticas para los niños con necesidades especiales.

Por último, el Obispo PJ impactó positivamente a muchas familias y almas perdidas debido a su generosidad de tiempo y humilde servicio a los demás, especialmente a los enfermos y marginados. Él encarnó el sacramento de la presencia. Su presencia y oraciones continúan brillando en toda nuestra comunidad.

Dios le había sonreído y él lucía bien esa sonrisa. El Obispo PJ solía bromear: “Me extrañarás cuando ya no esté,” y así es. Unas palabras que usaría para describir a PJ es "que da vida" y personalmente me transformó por la forma en que modeló gran amor. Extrañamos su presencia cariñosa que daba vida más de lo que él podría imaginar. Que su alma santa esté del lado derecho de Dios. Amén.