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El milagro de la transfiguración

En los tres relatos del Evangelio, Pedro ve el cuerpo glorificado de Jesús, junto con la presencia de Moisés y Elías, y se ofrece a construir casetas para ellos. Probablemente su intención era que este anuncio del Mesías, demostrado por la presencia de Elías y Moisés, como lo predijeron las Escrituras, sea visto y celebrado por todos. En cambio, Jesús les dice a los apóstoles que deben permanecer en silencio hasta que el Hijo del Hombre haya resucitado de entre los muertos.

Los instintos de Pedro no estaban equivocados, solo mal dirigidos. “Llevar a otros a Cristo” y “dejar que otros vean y sepan lo que hemos visto y lo que sabemos” es, por supuesto, nuestro mandato evangélico. Pero Jesús no debía permanecer en esa ladera; su muerte y resurrección serían la forma en que se cumpliría el plan salvador de Dios para su pueblo. La Transfiguración estaba destinada a fortalecer la fe de los apóstoles y asegurarles su naturaleza divina, anticipando que su crucifixión infundiría miedo en sus corazones. Dios el padre incluso habló: “Este es mi Hijo, el Amado; este es mi Elegido, ¡escúchenlo!” (Mt 17, 5)

Este encargo: escuchar a Jesús, no fue solo para los tres apóstoles presentes, sino para todos nosotros. No debemos simplemente oír las palabras de Jesús, sino escuchar, como para dejar que el mensaje de Jesús penetre profundamente y nos mueva a la acción. Escuchar a Jesús significa prestarle atención. A medida que Jesús se transfigura, dándonos una especie de anticipo de la vida glorificada con Dios que nos espera a todos, somos transformados por nuestro encuentro con él. Esa transformación está destinada a acercarnos más a Él, no solo en nuestra relación con Él, sino en quiénes somos: como Cristo en nuestras interacciones con los demás; amándonos unos a otros de la misma manera desinteresada y abnegada en que Dios nos ama.

A la sociedad le encanta etiquetar a las personas, pero ¿qué pasaría si nos acercáramos a todos los que conocemos, tanto familiares como extraños, como los hermanos -también hijos de Dios- que son? Si percibimos que los demás tienen dignidad humana, hechos a imagen y semejanza de Dios, encontraremos al Señor en ellos. Mirar a los demás con misericordia a través de los ojos de Cristo puede fomentar el perdón, traer buena salud personal y fortalecer nuestras relaciones humanas. El milagro de la Transfiguración nos muestra que seguir a Jesús, con nuestras palabras y acciones, es lo que estamos llamados a hacer. Con esta perspectiva podemos transformar nuestras vidas y las de los demás.

La fiesta de la Transfiguración del Señor es el viernes 6 de agosto.